Como un monarca que camina por sus dominios, el emprendedor Carlos Ramírez (58 años) recorre los 9000 metros cuadrados de la planta industrial de la panadería California, de la que es propietario, dando los buenos días al segmento panificador de los 500 empleados que tiene su empresa, quienes amasan diariamente 5.000 kilos de harina para producir los productos de la marca: panes, pasteles y otras delicadeces que luego son repartidas entre los 40 puntos de venta que se manejan bajo el sello California, los supermercados a los que llega y las tiendas para las que esta fábrica maquila, como Juan Valdez y El Español.
Con su radiante buen humor, Ramírez (don Carlos para algunos, Carlitos para otros) saluda a su personal y habla sobre la historia de la panadería California, que comenzó sus operaciones en Guayaquil allá por 1941, cuando él ni siquiera nacía. Su camino su cruzó con el de esta tradicional panadería de la cuidad recién en 1984, después de acuñar un discreto éxito en otra panadería, la Roma, que llevó de procesar 50 kilos diarios de harina hasta hacerla llegar a los 800, y después de amasar experiencia en el negocio del pan desde niño, gracias a sus orígenes ambateños.
A sus 30 años, Ramírez aprovechó una oportunidad para comprar la California por una cifra en sucres que ya no recuerda. Lo que no olvida es que, por aquel entonces, a pesar de que el negocio tenía la tradición de su parte, estaba alicaído. “Logramos superar el bache porque los clientes confiaron en nosotros”, recuerda el emprendedor, explicando que “les decía a los compradores de la panadería Roma que ahora también estábamos en otro lugar, en el centro, en Aguirre y Boyacá”.
Así, fusionando la tradición que se había labrado California y el éxito que tenía la Roma, Carlos Ramírez comenzó el camino para sacar adelante el emprendimiento, que comenzó teniendo seis empleados. En este camino un paso clave, cuenta Ramírez, fue la diversificación de su oferta de productos: de vender solo pan artesanal, empezaron a elaborar también panes con procesos industriales y a añadir postres y tortas en sus menús.
“La innovación nos trajo éxitos”, comenta el dueño de la panadería California, que –enfocada en un sector económico medio y medio bajo- se aprovechó de consumos asociados con fechas, como el de los panes de pascua y las rocas de reyes, siendo las últimas un sello de identidad de su marca. “Nuestra rosca de reyes es famosa por la calidad del producto”, asegura Ramírez.
Esta calidad a la que se refiere el panadero –porque más allá de ser un empresario, Ramírez sabe perfectamente hacer cualquiera de los panes de su tienda- está directamente involucrada con las normas de higiene que se manejan en su planta y en la capacitación de su personal. En este aspecto, a usar los hornos de California han venido constantemente maestros pasteleros de Europa, para ofrecer capacitaciones y compartir su experiencia con los artesanos de la empresa.
Quizás es por eso que los panaderos que trabajan en California, como Juan Franco, jefe de producción del área de pastelería, consideran buen jefe a Ramírez. Quizás a eso se debe también que la calidad de esta panadería ha sido reconocida con premios en Suiza y en Alemania. Y definitivamente es por eso que este negocio sigue en expansión: en los últimos dos años ha abierto tres cafeterías, que atienden a un público en busca de experiencias gourmet.