Noé Carmona junto a sus socios explotaron un nicho que, en Ecuador, era virgen hace más de 8 años: la comida japonesa. Y fue gracias a sus conocimientos culinarios que ahora tiene 14 locales de su cadena de restaurantes, Noé Sushi Bar, distribuidos entre Guayaquil y Quito, con miras de expandirse a nivel internacional.
A pesar de no haber estudiado gastronomía, Carmona incursionó en la cocina a los 12 años, cuando preparaba helados, en su natal Cariamanga, provincia de Loja. Pero fue la experiencia de trabajar en diferentes restaurantes lo que él considera como su escuela.
Sabía que su sueño de ser chef lo iba a cumplir en la capital. “Lo que me motivó irme a Quito- a los 19 años- fueron los comentarios de mis amigos que vivían ahí, me decían que era una ciudad grande y que había mucho trabajo», recuerda Carmona.
Empezó a trabajar en asaderos de pollos y pasó por todos los puestos, después se cambió al Hotel Alameda Real. Su meta, por aquel entonces, era llegar a trabajar para el Hotel Oro Verde. “En esa época era de uno de los hoteles más modernos, nuevos, y era muy aspiracional. Como siempre me gustó la gastronomía y en los hoteles se manejan varias especialidades, eso me motivó a querer estar ahí”, cuenta este emprendedor.
Después de tres años y de haber dejado 12 carpetas con su curriculum, logró entrar para aprender a preparar comida japonesa. Ingresó directamente para trabajar en el restaurante Tanoshi, del Oro Verde, donde profesores de gastronomía japonesa le enseñaron a preparar platillos de esa cultura.
“Sabía que esta era mi oportunidad, a pesar de que ellos hablaban poco inglés y nada de español, aprendí a señas. Lo que más me llamó la atención de la comida japonesa es que es muy nutritiva, sencilla pero a la vez complicada hacer”, cuenta. También aprovechaba el tiempo para aprender de otras cocinas, recuerda que no iba al descanso e iba a la pastelería, o la cocina francesa para aprender otras cosas.
Cuando ya había aprendido y había realizado su sueño de trabajar en ese hotel, se planteó nuevas metas, así que decidió que era hora de formar su propia escuela y poner en práctica todo lo que aprendió en seis años. Al mismo tiempo se propuso, con unos clientes amigos, abrir el restaurante Sake. “Lo principal para mí era demostrarme todo lo que había aprendido, dándole ese cambio y un toque especial para adaptarlo a los paladares ecuatorianos, eso no quiere decir que la preparación es diferente, sino más bien que tengo más variedad”, explica.
En Sake estuvo seis años, hasta que tuvo la oportunidad de abrir su propio emprendimiento. El capital aproximado entre los tres socios fue de 60 mil dólares, ya que compraron un local- en Cumbayá- que ya era un restaurante montado, al que solo le hicieron algunas adaptaciones. Así se abrió el primer Noé Sushi Bar.
Para Carmona trabajar en una barra -la comida de su restaurante se prepara frente al cliente- fue un gran beneficio, porque dice que es una vitrina para venderse, incluso cree que esto lo ayudó a crear su marca. “Esto ayudó a que no se nos hiciera difícil iniciar porque ya conocían el tipo de comida y servicio que daba”, relata.
Este emprendedor cree que siempre los negocios que empiezan tiene alguna debilidad. “Cuando iniciamos el aspecto económico fue una debilidad, pero una fortaleza fue que sabía del negocio, cómo se hacía cada plato”. Actualmente cree que otra de sus fortalezas es su sistema de control, programas de capacitación para el personal, con los que se intenta que la calidad sea la misma en cualquier local.
Entre sus próximos planes esta abrir sucursales en Cuenca, Bogotá, Panamá, Manta y Lima. También planea hacer una cadena de islas comerciales donde se venda el producto, manteniendo la misma calidad, pero a un precio más económico.
Carmona cree que el éxito de su emprendimiento ha sido dar un buen servicio, acompañado de un precio justo y calidad del producto. “Soy partidario de que al cliente hay que darle lo que el cliente quiere, más no lo que yo quiero darle. Por eso siempre estoy pendiente de las sugerencias”, concluye.