A pesar de que el empleo femenino en Latinoamérica creció en un 15% entre 2000 y 2010, según el Banco Mundial (BM), las mujeres siguen siendo peor pagadas que los hombres en la región. La desigualdad salarial se refleja, sobre todo, “en los empleos mejor cualificados, donde esta brecha es todavía mayor que en el caso de las mujeres con un empleo de perfil bajo”, explicó a Efe, Louise Cord, del BM.
De acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las mujeres solo ocupan el 33% de las profesiones mejor pagadas en América Latina, como la arquitectura, la abogacía o la ingeniería, donde la brecha salarial entre hombres y mujeres llega a ser del 58%, según el estudio “Nuevos siglos, viejas disparidades”, que el BID elaboró haciendo encuestas en hogares de 18 países de Latinoamérica y el Caribe.
La investigación del organismo señala que, en gran medida, esta disparidad se origina tempranamente, en los estereotipos sobre los roles de género que persisten no solo en los puestos de trabajo, sino también en los hogares. Representantes del BM, que presentarán mañana el informe “El efecto del poder económico de las mujeres en América Latina y el Caribe”, señalan que el perfil de las mujeres trabajadoras en América Latina es el de madres de familia que aportan con sueldos complementarios al del padre.
El autor del primer estudio citado, Hugo Ñopo, menciona que los estereotipos aparecen en la primera infancia y funcionan como elementos desalentadores para las mujeres, limitando sus posibilidades de acceder a carreras con mejor futuro en el mercado laboral. Esto ha provocado, según el análisis de Ñopo, que las mujeres tengan una mayor tendencia a trabajar a medio tiempo, en el autoempleo como emprendedoras y en la informalidad, pues mientras uno de cada 10 hombres trabaja medio tiempo, una de cada cuatro mujeres lo hace así.
Esta flexibilidad, según en BID, se debe a que las mujeres de la región participan en los mercados laborales mientras siguen a cargo de responsabilidades en el hogar, lo que se traduce en salarios más bajos. El organismo recomienda que, para terminar con esta desigualdad, hay que comenzar aceptando que mujeres y hombres deben repartirse de forma equitativa las tareas domésticas.