Cuando se casaron, hace tres años ya, Carla Rivera y Alberto Veintimilla (ambos de 24 años) quisieron empezar un negocio propio a partir de un antojo: los alfajores. Un buen día, estos emprendedores prepararon una receta casera de estos dulces y, explica Carla, quedaron tan bien que decidieron empezar a venderlos. Primero a sus familiares, luego a sus amigos, después en fiestas… Y hace un año y medio aproximadamente, la preparación de alfajores artesanales en Guayaquil se hizo un emprendimiento con nombre propio: Manjaretto.
Esta marca ecuatoriana de alfajores, que se promociona a través de redes sociales y vende pedidos personalizados, comenzó su camino empresarial sin las intenciones de diversificar su cartera de productos. “Encontramos que el negocio de los dulces está abarrotado, así que decidimos especializarnos en un postre específicamente”, cuenta Carla.
Aunque esa especialización, por supuesto, no les quita las intenciones de innovar en su propio campo: en el transcurso de estos primeros años, la receta original ha ido cambiando hasta permitir que Manjaretto venda ocho clases de alfajores distintos, todos cien por ciento artesanales y con materia prima ecuatoriana.
La propuesta de valor de esta emprendimiento, cuenta Alberto, es ofrecer un producto que en Ecuador no estamos tan adaptados a ver, aunque es bien aceptado. “En México, Argentina y Uruguay son muy populares… En promedio un argentino se come tres alfajores al día”, agrega. Actualmente, venden alrededor entre 400 y 500 a la semana, pero esperan que con la inauguración de un local propio de la marca las ventas crezcan exponencialmente.
Ese paso, revelan los propietarios de Manjaretto, está previsto para este año como máximo. Carla cuenta que esa es una meta que se han fijado a partir de que algunos clientes prefieren no hacer pedidos a domicilio, sino buscar un lugar físico para ir a comprar el producto. Pero antes, añade Alberto, pretenden posicionar su marca exponiéndola en mini markets de la ciudad.
Lo que más destacan Alberto y Carla de su negocio es lo artesanal del proceso, pues ellos fabrican todo, desde el manjar hasta las cubiertas y las cajas donde los envían (cada una puede costar desde 3.5 dólares). Esto les da la oportunidad de personalizar los pedidos de sus clientes. “En nuestros alfajores puede ir el mensaje que quieran”, finaliza Alberto, cuya visión futura es convertirse en exportador.