Rodeado por un pequeño pero tupido bosque de libros brota el cuerpo menudo de Margarita Barriga de Baquerizo. Autora de literatura infantil y emprendedora ecuatoriana, la propietaria de la tradicional librería guayaquileña Vida Nueva suma 72 años de vida, de los cuales ha dedicado los últimos 28 a hacer florecer un proyecto literario en la ciudad más comercial de un país cuyos habitantes, según la Unesco, leen en promedio medio libro al año.
Margarita no solo ha logrado que su librería sobreviva en un mercado editorial deprimido, sino que se las ha ingeniado para hacerse de un nicho que, fomentando la lectura, asegura la supervivencia de su negocio: los niños. El gran fuerte de Vida Nueva, gracias al que puede competir con gigantes como Mr. Books y Librimundi, es la literatura infantil, según explica ella misma. Quizás por este motivo –y también por su propia necesidad expresiva- la dueña de Vida Nueva se convirtió la creadora de Mia, un personaje ficticio que a través de una serie de cuentos cautiva a pequeños lectores (y a algunos grandes también) de Ecuador.
Pero la historia de este emprendimiento librero no siempre fue tan colorida. Como todos los negocios del país, ha tenido altos y bajos desde su fundación, en 1964, por parte de una comunidad de misioneras seculares españolas que se instaló en Guayaquil. Cuenta Margarita que, al darse cuenta de la escasez en la oferta de libros, las misioneras crearon Vida Nueva en el centro de la ciudad, frente al edificio de Correos del Ecuador. Además de ofrecer textos espirituales, la librería por ese entonces comenzó atendiendo la demanda de estudiantes universitarios con libros de psicología y pedagogía.
“Los universitarios sabían que donde encontraban los libros para su carrera era en Vida Nueva”, comenta Margarita, sentada –como siempre- entre libros. Así transcurrieron varios años, hasta que las misioneras decidieron poner en venta el negocio porque querían regresarse a su natal España. Clientes fieles de la librería, Margarita y su esposo –Armando Baquerizo- no dudaron en hacer una oferta cuya cifra la actual propietaria ya no recuerda.
Lo que sí tiene claro es que la suya no era la mejor propuesta. “Mi esposo me dijo que quería comprarla, pero no podía pagarla al contado”, rememora Margarita, que desde ese año de 1985 se convirtió en emprendedora, porque las mismas vendedoras decidieron que ella era la persona más indicada para hacerse cargo del proyecto.
Y si bien Vida Nueva ya tenía una clientela ganada, por su trayectoria, a partir de entonces esta creció, gracias a que la nueva propietaria abrió el abanico de lo que ofrecía. La literatura pasó a integrar las perchas de la que hasta hoy es una de las librerías más surtidas de Guayaquil. Tantas obras hay que es posible que quienes visiten la ubicación actual de Vida Nueva –en el centro comercial Plaza Quil, atrás de San Marino- sentirán que están visitando un pequeño pero tupido bosque de libros.