Cualquier amante del chocolate que se precie de serlo está consciente de que tiene que probar, aunque sea una vez en su vida, el verdadero chocolate suizo. Pues bien, gracias a un emprendimiento con base en Guayaquil no es necesario viajar a Berna para saborear este manjar: se lo puede hacer, con bombos y platillos, en La Praline Swiss Chocolatier, una tienda especializada en chocolate suizo de alta calidad orquestada por Hermann Meyer (38 años), un suizo radicado en Ecuador desde hace una década.
La Praline abrió sus puertas en 2003, un año después de que Meyer arribara al país para vivir junto a su esposa, la ecuatoriana María Sol Vivero (33 años), quien también está involucrada en la empresa haciéndose cargo de la gestión de los locales, que ahora son tres: en Río Centro Los Ceibos (el original), en Village Plaza (abierto hace dos años y medio) y en San Marino (el de más reciente creación).
La filosofía con la que se ha mantenido este negocio –y gracias a la cual ha podido crecer hasta ganar solidez como empresa- es “no negociar la calidad”, según explica su propietario, quien se encarga de que todo el proceso de elaboración de sus chocolates sea de primera: desde la selección de la materia prima, para la que emplea cacao 100% ecuatoriano, hasta la esmerada presentación de los productos. “Cada chocolate es una pieza única”, comenta Meyer, quien se confiesa un “amante apasionado del chocolate”.
Fue este amor el que lo llevó a montar una chocolatería suiza en Guayaquil, donde evidenció una contradicción cuando empezó su emprendimiento: a pesar de que en Ecuador se produce un cacao de altísima calidad (está clasificado entre los productos con alto potencia para exportar), el chocolate se consume como un producto del mercado “retail”, de carácter masivo, sin mayor preocupación por su elaboración, según la definición de esta palabra explicada por el informe “Caracterización del sector retail”, de la chilena Fundación Sol.
Meyer revela que los primeros años de emprender, sobre todo, fueron difíciles porque la “cultura del chocolate” no es algo que se percibía demasiado en la ciudad. “Estamos creando cultura. Es un proceso que debemos seguir”, explica el chocolatero suizo. En La Praline esa cultura se traduce en productos elaborados de manera artesanal, sin aditivos químicos, de gama alta y enfocados exclusivamente en el mercado local.
Esa dedicación, al mismo tiempo, se ha convertido en la estrategia de mercado de La Praline. Meyer revela que la mejor publicidad que tienen sus dulces es la de sus propios clientes: “Cuando una persona habla bien de un lugar, las demás van, prueban y comprueban”, comenta. Así, el mito de la bombonería fina se sigue regando, dando a conocer que hay en Guayaquil una chocolatería suiza que dispone de más de 35 rellenos diferentes, además de chocolates con frutos secos, deshidratados, helados, en polvo y en diversas presentaciones más.