Con una mochila en mano en 2003, el israelí Tomer Madmoni, que en ese entonces tenía 23 años, aterrizó en Argentina con la idea de conocer varios países de Sudamérica. Después de recorrer Brasil, Bolivia y Perú, llegó a Ecuador, donde algunas personas le hablaron de la ‘Fiesta de la Luna’ y, sin dudarlo, supo que su destino era Montañita. Se enamoró inmediatamente de esta comunidad playera y nunca llegó a Colombia, su próxima parada.
Madmoni vio que Montañita estaba en pleno desarrollo y quiso ser parte de eso a través de un emprendimiento propio: un restaurante llamado Hola Ola Café, que se ubicó en el piso inferior del desaparecido hotel Tierra Prometida, en la calle principal del pueblo.
Su capital inicial fueron los ahorros de toda su vida, de aproximadamente 30 mil dólares, pero Hola Ola Café necesitaba más que eso para salir adelante. “Antes Montañita tenía un estigma: era el lugar de la droga y los hippies; los padres no querían dejar a sus hijos venir”, explica Madmoni, al recordar que el pueblo tenía una mala imagen, y por ello, escaso turismo.
El dueño de Hola Ola Café atribuye el lento crecimiento de Montañita como destino turístico a que sus calles eran de tierra, todo era muy barato y la gente no sabía administrar sus negocios. Estos factores impulsaron a Madmoni a dejar su local encargado a su socio, Shajar Matza, mientras él se trasladaba a Guayaquil para abrir otro restaurante llamado Paprika, en la calle Francisco Boloña, el cual cerró después de un año porque extrañaba el ambiente playero.
En el 2004, Madmoni regresó a Montañita y se preguntó: “¿Cómo podemos hacer dinero en Montañita, si no hay dinero aquí?”. Entonces, decidió invertir en el pueblo. El dueño de Hola Ola Café hizo préstamos a gente nativa, apoyó a equipos de fútbol de la comunidad y hasta creó emprendimientos simultáneos a su local de comida que luego traspasó a habitantes de Montañita, como: alquiler de cuadrones, una agencia de viajes y servicio de lavandería.
“Hola Ola Café nunca pensó en sí mismo, sino en Montañita, y que si a la comunidad le va bien, a Hola Ola Café también”, agrega este israelí, que trabajó en su país desde los 9 años, lavando platos, como mesero, cocinero, repartidor de volantes y finalmente administrador de un restaurante.
En la actualidad, Hola Ola Café funciona en un local más extenso atrás de la avenida principal de Montañita, traspaso que se produjo en el 2010 y dotó de nuevas oportunidades a su negocio, que hoy también es discoteca.
Madmoni asegura que –económicamente- genera 20 veces más que cuando abrió, recibe aproximadamente 15 mil clientes mensuales en las 40 mesas que tiene (al principio solo disponía de 10). Su equipo de trabajo se compone de 50 personas, a diferencia de los inicios, cuando solo él y su socio atendían y cocinaban en Hola Ola Café, mientras capacitaban a gente nativa para que laborara con ellos.
“Ahora vienen hasta familias y niños. Peleamos para quitar los prejuicios que antes tenía el pueblo, comunicamos que Montañita es una playa de surfistas, donde también hay buena comida y buen servicio”, dice Madmoni y asegura que ese pensamiento ha sido la clave del éxito en Hola Ola Café. La atención al turista, la confianza en su producto y adaptarse a los cambios durante el crecimiento son sus fortalezas, que le han permitido crear su propio eslogan: Montañita es Hola Ola, “sin ser arrogante”, concluye Madmoni.