La inyección de dinero por turismo, inversión privada y otros rubros parece un motivo tentador para ofrecerse como sede organizadora de los Juegos Olímpicos. En esta edición, por ejemplo, se estima que Londres invirtió 14,595 millones de dólares en la organización y espera que los réditos lleguen a los 31,800 millones, según detalla el portal de negocios de la CNN. Un margen de ganancia de más del 100%. ¿Tentador, no? Sin embargo, acoger las Olimpiadas no siempre ha sido un buen negocio a través de la historia para las ciudades emprendedoras que se han ofrecido.
El primer y más estrepitoso caso a mencionar es el de las Olimpiadas de Montreal, de 1976. En aquella ocasión, mucho más allá de que la organización no generó ninguna ganancia para la ciudad canadiense, se produjo un severo déficit que tardó casi una década en saldarse. En otros números rojos aparecen los Juegos de Los Angeles 84, Barcelona 92 y Atlanta 96, y algunos cálculos consideran a los de Sydney 2000 como los únicos realmente rentables en términos económicos, según publica el diario español ABC.
La gran esperanza de Londres en este año es que se cumplan las previsiones de David Goldstone, director financiero de la oficina olímpica del gobierno británico, quien estima esta organización dejará un legado que convertirá en beneficio “75 céntimos de cada libra gastada”, más allá de lo que se ingrese durante los Juegos. Los principios por los que se ha manejado la ciudad para sacar beneficios son claros: minimizar el gasto en infraestructura –así, el número de instalaciones temporales es superior al de las tres Olimpiadas anteriores juntas-, y maximizar la proyección de la marca “made in Britain”.