Amable pero estricta. Esa es la mejor forma de describir a Muriel Ann Beaven, de 71 años, la dueña del tradicional restaurante guayaquileño El Caracol Azul, que se ha mantenido vigente en el mercado por más de 38 años, gracias a la perseverancia e intuición de su propietaria, “deleitando ya a una cuarta generación de comensales”, comenta.
Chilena de nacimiento pero ecuatoriana de corazón, esta emprendedora, sin tener conocimiento previo acerca de gastronomía, decidió abrir un restaurante cuando tenía 33 años, basándose en el amor hacía el arte culinario y en la intuición de sus papilas gustativas.
Lo hizo cuando decidió hacer de Guayaquil su residencia fija, ya que entonces no contaba con un empleo y tenía la necesidad de comer y trabajar. Esto la impulsó a abrir su emprendimiento en Ecuador, ya que asegura ser fanática de la comida y tener buen gusto, a pesar de no prepararla profesionalmente. “Sabía que si iba a tener un negocio tenía que hacerlo bien. Por eso conseguí chefs y asesores para saber cuál era el camino correcto para tener éxito”, explica Muriel.
Actualmente trabajan con ella alrededor de 19 personas, entre chefs, saloneros y personal administrativo, pero se inició con siete o nueve, aproximadamente. La emprendedora promete que el suyo fue el primer restaurante gourmet de la ciudad y el primero que trajo comida peruana.
Aunque no tiene una cifra exacta sobre su inversión inicial, confiesa que su emprendimiento, como un caracol, ha ido avanzando despacio, sin apresurar las cosas. También cuenta que la suerte ha estado de su lado, porque ha contado con una gran clientela desde su inicio.
Durante sus primeros dos años, El Caracol Azul estaba ubicado en las calles Esmeraldas y 9 de Octubre, pero se tuvo que cambiar porque ese terrero fue vendido. Se mudó una cuadra más adelante, a 9 de Octubre y Los Ríos, donde se encuentra actualmente. Este lugar lo tuvo que remodelar porque no era adecuado para su emprendimiento. A pesar de ser una persona muy tradicional, a ella le gusta remodelarlo cada cuatro años, eso sí, sin modificar algunos platos, a petición de sus clientes.
Parte de la decoración del restaurante está formada por obras de diferentes artistas ecuatorianos, como Tábara y Guayasamín, cuadros que ha adquirido durante los años que tiene el restaurante. Ha tratado de mantener el lugar como si fuera una casa: sobria, pero muy bien decorada.
En su menú hay una gran variedad de platos europeos, sobre todo franceses, pero aún se mantiene con algunos peruanos -con lo que inició- y junto al chef que asegura que le sabe interpretar sus ideas, han podido tener algunas variedades, sobre todo con los frutos del mar.
“Nos especializamos en mariscos porque nací en un país de mar y sobre todo porque me encantan”, cuenta Muriel, quien dice no tener uno preferido, pero por el que se inclina un poco más es el piure, un platillo de su país natal.
Cuenta que uno de los mayores obstáculos por lo que pasó para abrir su emprendimiento fue realizar toda la tramitología para funcionar adecuadamente. Otro de los inconvenientes fue que entre sus filas trabajaban chefs peruanos especializados en comida gourmet y en el año 1995 ocurrió la guerra con Perú. Reconoce que en esa época había xenofobia hacía ellos, inclusive se tuvieron que esconder, pero también asegura que las personas que trabajaban con ella -y actualmente siguen- son buenas y honestas.
Muriel cuenta que muchas personas le han insistido en abrir una sucursal en otra parte de la ciudad y del país, pero afirma que no lo haría por varias razones. Una de ellas es que la sazón del lugar original no sería la misma y afirma que nunca arriesgaría el prestigio que ha caracterizado a El Caracol Azul por todos estos años.
Lo que más le gusta de estar inmersa en el restaurante es que puede tener un contacto cercano con los clientes y puede conversar con ellos, ya que asegura que siente una cercanía con muchos, pero en diferentes niveles. “Mientras yo lucho por sacar adelante el restaurante y a las personas que trabajan aquí, ellos los hacen con empresas grandes que manejan mayor cantidad de personal”, concluye Muriel.