En 2002, el Guayaquileño Carlos Casillas se quedó sin trabajo. La crisis bancaria melló la salud de la firma para la que trabajaba y cuenta que “cuando despidieron al hermano del dueño” supo que también él tendría que irse. Las deudas se le acumularon, las puertas se le cerraron. Y emigró. Como muchos otros, enrumbó hacia Estados Unidos. A pesar de que fue una decisión dramática, ahora la cuenta con buen ánimo, porque después de trabajar incluso “cargando bloques” fundó una empresa especializada en equipos de generación de energía, Dacablue Power Systems, que el año pasado facturó casi cinco millones de dólares.
El emprendimiento de Carlos, que está próximo a cumplir siete años en el mercado, tiene base en Miami, pero su principal mercado es Latinoamérica: exporta plantas eléctricas, generadores y ahorradores de energía a países que van desde México hasta Chile, contando con distribuidores autorizados de su marca –la que patentó- en varios de ellos. En Ecuador, por ejemplo, tiene desde el año pasado una oficina propia que administra junto a algunos socios, en la que emplea a tiempo completo a cinco personas. Pero para llegar a esto, tuvo que fajarse.
Este emprendedor explica que cuando llegó al país del norte, sin siquiera saber hablar inglés, recorrió un camino progresivo: trabajó como obrero en una construcción, luego pasó a ser ayudante de bodega, se hizo jefe de la misma y después se cambió a laborar como vendedor en una compañía de generadores eléctricos atendiendo al mercado latino.
Fue por ese entonces cuando, tras aprender el know how del sector, decidió comenzar su negocio propio en esta misma rama, pues Carlos entendió que no necesitaba fabricar los productos él mismo, sino que podía firmar convenios con otras empresas para que ensamblaran con su marca y le dejaran a él la parte que más le gusta: las ventas. Y por conocer el mercado, se enfocó en Latinoamérica, donde ha aprovechado oportunidades como las deficiencias energéticas que han sufrido Ecuador y Venezuela.
Asimismo, se valió del boom de la energía renovable para renovar su catálogo de ofertas y promover valor agregado entre sus compradores. “Cuando el presidente Obama dijo que el mundo debía encaminarse a la energía limpia se me prendió el foco”, explica, argumentando que está preparándose para los cambios que podrían venir en esta área.
Sin embargo, el camino de Dacablue no fue siempre tan liso. Carlos cuenta que dos años después de empezar operaciones, en 2008, estuvo a punto de quebrar. “Me tocó regresar a trabajar fuera, a medio tiempo, para poder financiar los gastos”, revela y agrega: “yo venía huyendo de la crisis y la crisis me agarró acá también”. La constancia, dice, fue lo que lo mantuvo a flote. Además de “aprender el valor del dinero”. Su filosofía de inversión en su empresa se resume en una frase: “si me gano 10, gasto uno y nueve son para la empresa”.
Con esta metodología, Carlos llevó a Dacablue de un emprendimiento con un capital semilla de 60.000 dólares aportado por socios, a una empresa que facturó cinco millones de dólares en 2012 y para los resultados de este año prevé una curva de crecimiento del 20%. Para este emprendedor, todo se resume en constancia.