A la diseñadora esmeraldeña radicada en Quito, Ana María Torres (44 años), la vida le ha enseñado a comenzar de nuevo. En dos ocasiones hasta ahora, ha tenido que separarse de emprendimientos previos para comenzar proyectos nuevos: primero, cuando vendía camisetas, tuvo que apartarse por la inseguridad de la zona en que estaba su tienda; luego, cuando encontró pasión para diseñar y vender piezas de vidrio, se separó de su socio y –una vez más- tuvo que comenzar desde cero. En esta ocasión de manera definitiva, porque entonces, hace más de tres años ya, fundó AnyArt, una empresa que promete ser el emprendimiento de su vida.
AnyArt, revela su web institucional, es una pyme dedicada al diseño, producción y venta de objetos en vidrio fundido. Las piezas de su colección las hace Ana María junto a siete artesanos que trabajan con ella. “Hacemos piezas de artesanía para zoológicos, museos… Tenemos una línea religiosa, también trabajamos piezas artísticas y una línea de diseño arquitectónico. Todo en vidrio fundido”, explica la creadora de este emprendimiento ecuatoriano, reconocido por el Ministerio Coordinador de Producción, Empleo y Competitividad con una inversión no reembolsable de casi 20 mil dólares, en premio a su propuesta innovadora.
Pero más allá de la calidad de sus creaciones, que sin duda son el eje de su éxito, AnyArt ha podido destacar por la finura de instinto para enfocarse en mercados de gran potencial. En este emprendimiento se hace realidad esa conclusión a la que llegó una investigación de DHL, que señala que las pymes que participan en mercados internacionales tienen el doble de probabilidades de éxito que aquellas que solo operan en mercados domésticos. Y es que los principales clientes del negocio de Ana María están en el extranjero: Estados Unidos, Francia y Alemania son algunos de sus destinos. Recién este año, la emprendedora planea incursionar en el mercado local, mediante un convenio con De Pratti.
La estrategia de apuntar primero fuera del país, Ana María la aprendió hace varios años atrás, cuando comenzó a trabajar en vidrio –justo después de olvidarse del diseño de camisetas- e instaló un pequeño puesto en el Teleférico. Cuenta que en ese periodo, los vecinos de su local exportaban figuras hechas en madera de balsa. “Vieron el potencial de lo que yo vendía, les gustó y me propusieron viajar con ellos a una feria en Frankfurt (Alemania)”, recuerda la propietaria de AnyArt. Entonces, gracias a la acogida de sus productos en tierras teutonas, empezaron a abrirse las oportunidades en el extranjero.
Y Ana María no las desaprovechó: al año siguiente asistió a otra feria comercial, ahora en Estados Unidos, donde consiguió un distribuidor en la Costa Oeste de ese país. Y así, con una red de contactos ya establecida para cuando comenzó AnyArt, la empresa pudo consolidarse con mayor facilidad. Como claves, la emprendedora señala dos aspectos: “tener un producto que sea novedoso y manejarse bien en precios”. Además, por supuesto, sentir pasión, entrega, “para sacar adelante lo que uno hace”.