En el mercado del color y los productos decorativos, dos diseñadoras de interiores resolvieron destacar con un emprendimiento propio. En 2008, Sofía Fioravanti y Natalia Ror se propusieron pintar cuadros mándalas y venderlos, proyecto al que su amiga María José Acaiturri se les unió ese mismo año. Con tres pares de manos emprendedoras, el negocio dio un giro: añadieron a su servicio el diseño de escenografías y la elaboración de portarretratos en madera y cartón; y finalmente, eligieron Ananá como nombre para la empresa, una palabra de origen guaraní que significa piña. “Es un nombre que se lee al derecho, es fresco y tropical, y va mucho con lo que nosotros hacemos”, explica Acaiturri.
Con una inversión inicial de $300 cada una, compraron todos los materiales necesarios para cumplir con sus primeros clientes. En esa época, los trabajos se hacían bajo pedido y con un adelanto del 50% para financiar los costos de elaboración, el resto del pago se otorgaba al momento de la entrega.
Tras cuatro años de buena acogida y de recibir pedidos no solo en Guayaquil, sino también desde otras ciudades, en 2011, María José Acaturri les propuso a sus socias agregar mesas diseñadas por ellas al emprendimiento. Con un poco de miedo, se embarcaron en el reto. Pintaron su primer mueble, subieron una fotografía del diseño a su perfil de Facebook y los comentarios fueron tan buenos, que su confianza en el producto se fortaleció.
El despegue de Ananá
En lanzamiento oficial de la marca se realizó el 8 de diciembre de 2011, en el Manso Night Bazaar, evento anual de diseñadores ecuatorianos que organiza el Manso Boutique Hostal. Aquella noche, las tres diseñadoras de Ananá presentaron 50 productos, que elaboraron tras sus respectivas jornadas laborales, durante varias noches y madrugadas. “Nosotros decíamos que nuestros productos eran para gente joven, para solteros que viven solos, pero –ese día- hasta la abuelita se paraba ahí y decía: “¡Qué lindo mijita!”. «Era increíble”, recuerda Acaiturri. Desde entonces, los pedidos para Ananá no han cesado.
En la actualidad, Ananá es un negocio que se consolida cada vez más. Ahora, a través de tres carpinteros, fabrican camas, sillas, repisas, consolas y todo tipo de productos decorativos para el hogar. La madera es el material que emplean, aunque también utilizan elementos reciclados en algunos diseños, como una lámpara con una llanta de bicicleta, que elaboraron para un cliente: “Es cuestión de utilizar la imaginación”.
Este año, Ananá crecerá aun más. Próximamente tendrán su propio taller con maquinas especializadas en la fabricación de sus productos, aunque los diseños serán –como siempre- hechos por ellas, ya que ese es su elemento diferenciador: “No producimos en serie, ni tenemos máquinas que pintan, todo lo hacemos a mano”, concluye Acaiturri.