Emprender ecológicamente es lo rentable en estos tiempos. El emprendimiento en esta área que madura se convierte en un proyecto que funciona, así pasó con Sambito, una empresa de soluciones ambientales, en donde Bianca Dager es la directora corporativa y nos explica cómo fortalecer estas ideas, qué es lo ecológico y cómo actuar socialmente responsable sin ser etiquetados de verdes. La especialista comenta que el mercado ambiental es el de mayor crecimiento económico desde hace 25 años.
¿Qué recursos, además del económico, se debe tener presentes antes de iniciar un emprendimiento ecológico?
Emprendimiento es emprendimiento, no importa lo que hagas, lo importante como en cualquier idea es que primero tengas una visión bien clara de hacia dónde quieres llegar. Luego hay que pensar en que se entiende por emprendimiento ecológico una empresa que te genera rentabilidad, porque muchas veces se confunde y se cree que los ecológicos solo están en las fundaciones pidiendo plata o abrazándose a los árboles para estar en contra del mundo, esa es una percepción equivocada.
Un empresario, un emprendimiento, se va a basar en la sostenibilidad o en algún recurso natural, pero con un plan de acción, con objetivos estratégicos de corto, mediano y largo plazo y que busca rentabilidad. No difiere de la otra clase de emprendimientos. Lo que sí hay que tener presente es que un negocio ecológico tiene primero que serlo para luego parecerlo. Es importante que cuando tú te vayas a catapultar como ecológico hayas tomado las debidas precauciones para que el día de mañana nadie pueda cuestionarte. Porque hay muchas cosas que salen diciendo que son verdes, pero de verdes no tienen nada.
Entonces… ¿qué define el ser ecológico?
No es que tienes que tener una maestría o PHD para decir que eres ecológico, porque lo ecológico es que tengas lógica con el ambiente. No es que tienes un parámetro, lo que sí es importante es que hagas un uso racional y eficiente de los recursos naturales, es decir, que tu actividad productiva no genere un desbalance en tu entorno.
Los proyectos medioambientales se dan en la ciudad, pero demoran en dar resultados. Un ejemplo claro: el Estero Salado, que desde 1998 lo estudian sin rescatarlo por completo. ¿Un emprendimiento ecológico siempre se evalúa a largo plazo, o cuántos años debería tomar su desarrollo hasta que empiece a dar resultados?
Esto no es una receta, el caso del Estero Salado es un caso complejo, porque hay vida de por medio, es decir un sinnúmero de interacciones que no funcionan bien cuando hay una alteración ecológica. Son muchos factores ajenos al Estero. La parte ecológica es muy amplia, una cosa es que yo tenga un emprendimiento ecológico donde voy a ver resultados a corto plazo. Otra cosa ya es un proyecto de conservación o uno de regeneración. Ejemplo: reforestar, reactivar un manglar, esto sí implica mucho tiempo porque lo que tú siembras no va a estar en seis meses crecido y darnos todos los beneficios. Hablamos de medianos y largos plazos.
Mucho se habla ahora de actuar con responsabilidad social, que de cierta manera es un plus para cualquier empresa. ¿Cómo se manifiesta este factor en un emprendimiento ecológico, considerando que pintarse de verde no lo es todo?
Responsabilidad social ya incluye el tema ambiental. La responsabilidad social como premisa básica es que haces más de lo que te exige la ley, por lo tanto es voluntaria y asegura la sostenibilidad de tu negocio, aquí la parte ambiental es esencial, porque dices que estás conjugando muy bien la rentabilidad económica sin sacrificar el bienestar de la sociedad o el entorno más cercano.
¿Qué acciones visibilizarían el ser socialmente responsables?
Muchísimas: Qué programas tiene la empresa para sus proveedores, cómo ayudas a tus colaboradores, no solamente el aspecto de generar empleo, sino si tienes sueldos justos; si la empresa los potencializa para crecer internamente, si de repente también se preocupan por la familia, generar un entorno para actividades con la familia.
La conciencia ambiental se produce desde las aulas, así lo demostraron cuatro alumnos de una universidad de Guayaquil el año pasado, con un proyecto piloto de reciclaje. ¿Pero, cómo darle continuidad a este tipo de emprendimientos y qué estándares debe cumplir para ser considerado como uno y que no se abandone a mitad de camino?
Esfuerzo y constancia. Porque el emprendedor como tal tiene que ser una persona de lucha con rasgos claros de liderazgos, porque solos no hacemos nada. Yo puedo tener una idea excelente, la puedo comenzar sola, pero para desarrollarla necesitaré del apoyo de otros. Por eso el plan de acción es muy importante. Se debe ser muy recursivo también, no hay una fórmula. No todos son emprendedores tampoco, hay algunos que son muy buenos ejecutores y así se va complementando.
Respecto a la cumbre «Río +20, el futuro que queremos», en donde entre otras cosas se concluyó que se debe incentivar un cambio en nuestros patrones de producción y consumo. ¿De qué manera se puede incluir este aspecto en un emprendimiento?
Eso es clave. El tema de consumo responsable se da porque somos más de 7000 millones de habitantes en un planeta que no crece. Cada persona que nace, necesita espacios, genera desechos, por eso los recursos naturales ya no son los mismos. Sin contar que ahora el consumidor es mucho más exigente, entonces en la cadena de abastecimiento se genera mucho rechazo que ni siquiera llega a las perchas. El problema es que mucha gente no se cuestiona estas cosas, hace un año estuve con unos niños y les pregunté de dónde vienen los huevos, los tomates; a lo que ellos respondieron que del supermercado. Estamos acostumbrados a tener las cosas disponibles. Todo porque no nos damos cuenta de que podemos vivir sin edificios, sin construcciones, pero no sin agua, sin calidad de aire, sin suelo con capa fértil para poder sembrar. El momento en que podemos hacer la diferencia es con nuestro poder de decisión como consumidor. Por eso para meter una campaña y decirle a tu consumidor ‘sé consumidor responsable’, en tu emprendimiento tienes que generar una oferta de valor, ya sea en el producto o en el servicio o en los elementos para decir que si el consumidor compra tu servicio está siendo responsable.
Gunter Pauli, de origen belga y creador de la economía azul, propone que la solución no está en esforzarse por crear lo biodegradable, ya que esto no es sostenible. Las ideas innovadoras son importantes, pero ¿cómo vender algo ecológico sin ser absolutamente verdes y ser percibidos como meros impulsadores de empresas?
Comparto la filosofía de la economía azul porque apunta más allá del tema verde. Porque puedes ser verde pero a qué precio, a qué monto, sacrificando qué, con cuántos subsidios. La economía azul exige más creatividad, apoya lo local. El reto está en cómo adaptas estos conceptos a la vida y a los tiempos de las ciudades, que es complicado. Que no sean solo casos aislados de comunidades que no tienen lo básico, sino cómo traes eso para acá es el gran reto. La economía azul se basa en emprendimientos ecológicos.
¿Los emprendimientos ecológicos tienen oportunidad de consolidarse en una ciudad como Guayaquil donde la insalubridad se esparce por sectores, que son mayoría, donde los adoquines de la regeneración urbana no han llegado? ¿O estos solo pueden crecer en áreas no urbanas como la Reserva ecológica de Churute?
Es posible, tú ves ciudades gigantescas que tratan de aprovechar lo que más pueden los recursos. Desde construir un edificio que puede ser muy eficiente en el consumo energético, hasta fomentar el reciclaje. Deberían generarse más ordenanzas públicas o municipales que rijan este tema de vivir de una manera más sostenible.