Paquita de Luque, de 42 años, nunca imaginó que su primer trabajo sería la chocolatería Amano, by Padelú, su propio emprendimiento en Guayaquil, el cual creó hace cinco años.
Ella era ama de casa, mamá de dos niños, pero el querer hacer algo propio la motivó a crear su emprendimiento ecuatoriano. La idea del chocolate nació porque su hermana estaba haciendo un curso de chocolatería y se tenía de ir de viaje, así que Paquita la ayudó hacer los pedidos.
Mientras la ayudaba, se dio cuenta de que se podían hacer diferentes modelos de dulces, más atractivos y no solo los tradicionales. “Empecé a buscar moldes y cosas que no haya en el mercado y poco a poco viendo en Internet e ideándome los sabores, probando cada producto fue como empecé”, cuenta Paquita, quien no había realizado ningún curso para aprender repostería.
Con cinco años en su emprendimiento, el pasado marzo se fue a México a recibir un taller de José Ramón Castillo, chef, para aprender más sabores y perfeccionar técnicas que empíricamente ha aprendido.
Para lanzarse al mercado lo hizo con los “shots de chocolate” vasitos pequeños de chocolate rellenos de diferentes sabores, como tequila, maracuyá, margaritas, ron pasas, menta, mora, entre otros. Principalmente ofrece los shots, pero también tienen buena acogida sus bombones, nueces tostadas, turrones, chocotejas y las cucharitas de chocolate para ponerles a la leche.
Cuenta que fue duro conseguir clientes. “No es lo mismo que querer comprar una blusa que la ves en Internet y la pides. Esto es un producto que tienes que probarlo y degustarlo para saber si querrás ordenar para tu evento”, reconoce esta emprendedora, quien a pedido de sus clientes abrirá el 16 de octubre un local en Urdesa, Circunvalación Sur y Las Monjas.
Empezó con un presupuesto de 500 dólares y cuenta que es la única que “mete mano” en sus chocolates, a pesar de que sus hijos la ayuden de vez en cuando. Semanalmente realiza dos pedidos -de 200 bocaditos- para eventos grandes con la diferente variedad de productos que ofrece.
Se dio a conocer por recomendaciones y comentarios, pero actualmente ya cuenta con seguidores y fans en diferentes redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, que por donde le realizan la mayoría de pedidos.
Para realizar la activación de su marca asiste a las diferentes ferias artesanales que se organizan, gracias a las cuales ha obtenido nuevos clientes. Los precios de sus productos van desde 80 centavos a 5 dólares por una tableta grande.
Lo que más le gusta es que es su negocio y es su tiempo para desconectarse del mundo que la rodea, con esto se inspira para crear nuevos productos. Las lecciones que ha aprendido con su negocio incluyen ser consistente y a tener paciencia, porque asegura que el cliente es exigente, pero gratificante cuando está satisfecho.