Aunque a veces se puede enseñar a un soñador a ser un enérgico administrador, muy rara vez se puede enseñar a un hombre de negocios a soñar. Con esta frase, la revista especializada en negocios Fortune, en un artículo firmado por el periodista Jessi Hempel, se decanta a favor de los fundadores en un reportaje que plantea la pregunta de si un fundador puede ser un buen CEO. La duda es válida porque tradicionalmente se cree que una vez que su negocio empieza a crecer, el emprendedor que lo comenzó debe ser sustituido por un gerente profesional para encargarse –en base a su experiencia- de una empresa que supera a quien la creó. ¿Es realmente así?
Las estadísticas dirían que sí. Un estudio de la escuela de negocios de Harvard analizó a 460 emprendimientos y encontró que, en su mayoría, los que seguían bajo el mando de sus fundadores eran menos valiosos que los que estaban comandados por CEO externos. ¿Por qué? En palabras de Fortune, porque “las habilidades necesarias para inventar un nuevo producto o servicio son distintas a las que se necesitan para administrar un negocio, y pocas personas poseen ambas”.
No obstante, a lo largo de la historia, hemos visto cómo compañías administradas por sus apasionados fundadores se hacen terriblemente exitosas. Ejemplos para convencerse los hay de sobra: ¿Quién dirige Amazon? Jeff Bezos, su fundador; ¿Quién dirige Netflix? Reed Hastings, su fundador; y entre casos aún más emblemáticos, antes de que murieran, fundadores como Sam Walton y Steve Jobs estaban a cargo de las empresas que ellos mismos levantaron, Wal-Mart y Apple, respectivamente.
Fortune encontró un patrón: si bien no todas las empresas son tan eficaces como Apple, prácticamente todas las que se acercan a sus niveles de éxito están dirigidas por quienes las crearon. Es más, firmas de inversión como Digital Sky Technologies o Andreessen Horowitz han construido sus estrategias de inversión sobre la premisa de conservar a los fundadores.
¿Pero por qué son tan importantes los emprendedores iniciales? Según Jeffrey Sonnenfeld, de la escuela de administración de Yale, porque tienen autoridad moral sobre sus productos y son capaces de reinventar sus propios negocios sin perder la credibilidad de quienes los apoyaron desde el comienzo. Total, nadie mejor que ellos para captar la visión global de sus empresas.
Y probablemente la mayor ventaja de un fundador es su capacidad de mirar a largo plazo, porque consideran que su empresa es algo para toda la vida. Quizás las palabras más adecuadas para describir esta característica sean las de Ben Horowitz, un emprendedor tecnológico, quien escribió: “Su compromiso emocional –el de los fundadores- supera a su participación en el capital”. Y aquí surge nuevamente la frase: aunque a veces se puede enseñar a un soñador a ser un enérgico administrador, muy rara vez se puede enseñar a un hombre de negocios a soñar.