Elegida por seis años consecutivos entre las mejores escuelas de dirección ejecutiva de Latinoamérica, el IDE Business School no es solo un lugar donde emprendedores ecuatorianos forman parte de su historia empresarial, sino que también dentro de sus fundamentos mismos hay una historia de emprendimiento que contar. Y el mejor candidato para relatar esa historia es Wilson Jácome, actual miembro del directorio de la institución y su fundador, el primer responsable de que el IDE se desarrollara hasta tener dos campus en el país –uno en Guayaquil y uno en Quito- y estar preparando la inauguración de una nueva sede en la Vía a la Costa del puerto principal.
Según Jácome, la (pre)historia del IDE comenzó en el año 1989, cuando él y un grupo de empresarios guayaquileños sintieron la necesidad de abrir “una escuela de dirección” en la ciudad. Para transformar esa idea en una realidad, acudieron a un experimentado profesor de la mexicana Ipade Business School, quien venía a Ecuador para promover los MBA que ofrecía su centro educativo. Tras varias reuniones, viajes de aprendizaje y una inversión inicial de 70.000 dólares, en el año 93 abrió sus puertas el Instituto de Desarrollo Empresarial, que luego pasaría a ser solamente conocido por sus siglas: IDE.
“No era un tecnológico, eso hay que aclarar, sino que el nombre de instituto lo tenían todas las escuelas de negocios que habíamos visitado, entonces adoptamos ese nombre como internacional”, recuerda Jácome. Por aquel entonces, la estrategia para sacar adelante el proyecto era simple: primero debía ser conocido por los presidentes, gerentes generales y directores de empresas ecuatorianas, para luego seguir avanzando por los mandos medios y, en consecuencia, por sus trabajadores. La ventaja, según el fundador del instituto, era que en esos días nadie más ofrecía en Ecuador ningún curso dirigido para la alta dirección ejecutiva.
Como pioneros en el campo, los responsables del IDE comenzaron con 37 alumnos y un solo curso de siete meses de duración. El grupo de profesores primerizo estaba integrado, básicamente, por expertos extranjeros. Y ese primer año de funcionamiento superó las expectativas, por lo que en el periodo lectivo siguiente se inauguró otro curso para “gerentes de áreas funcionales”, explica Jácome. Y así la escuela se mantuvo hasta 1997, cuando expandió sus operaciones a Quito y un año después, cuando abrió su primera maestría, una de las especialidades actuales del organismo.
Una de las claves para que este emprendimiento avanzara, explica Jácome, fue haberlo manejado con la precisión de una empresa de servicios, a pesar de ser sin fines de lucro. Es así que cada vez que abren un curso esperan dar a sus alumnos más de lo que les ofrecieron, además de cuidar todos los detalles del servicio y jamás quedar mal con ellos.
El fundador recuerda que en una ocasión, cuando hubo una huelga de taxista que paralizó Quito, para no suspender una clase, al profesor -que tenía que movilizarse desde el hotel- tuvieron que irlo a recoger en una moto. “Nada impide que demos clases, eso nos da prestigio, además de que las enseñanzas sean valiosas”, finaliza el fundador del IDE, que tiene un promedio de 250 estudiantes en cada ciudad al año.