A pesar de que si no las ponen en marcha no sirven para nada (léase “La idea no vale nada”), los emprendedores deben cuidar sus ideas. La mejor forma de hacerlo es registrándolas en el Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI), que ofrece patentes para inventos per se o para modelos de utilidad, que –según este organismo estatal- es toda “modificación de un objeto preexistente para otorgarle una utilidad que antes no tenía”. Hasta ahí, todo bien. Pero ¿qué ocurre cuando alguien se pasa de la raya con sus patentes? La respuesta la mostramos a continuación, con cuatro de las patentes más absurdas que se hayan registrado en el mundo, según el conocido blog cultural Historias de la Historia.
Primero, un extra, que encontramos en Retronaut, una web dedicada al pasado:
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Patente de Michael Jackson para crear ilusión de anti gravedad, 1993. ¿Se acuerdan del vídeo de Smooth Criminal? En él, Michael Jackson se inclinaba hacia adelante sin caerse más de lo humanamente posible. Pues bien, era un truco que él y sus bailarines podían hacer gracias a unos zapatos especiales, cuya patente fue registrada por el rey del pop en Los Ángeles. Así que si intentan moverse como Michael, tengan cuidado, quizás estén violando propiedad intelectual.
Ahora sí, cuatro de las patentes más absurdas, según los chicos de Historias de la Historia:
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Patente de Sujetador líquido, 1998. En Estados Unidos, un hombre llamado James Moreau registró una idea que mantendría firmes los senos de las mujeres mientras recibían un masaje relajante. ¿Cómo? Con un sujetador (sostén) con copas rellenas de agua.
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Patente de Sombrero distribuidor de bebidas, 1999. No, esta patente no la registró Homero Simpson, aunque suene a idea suya: un sombrero equipado con un barril para servir cerveza (o lo que se les ocurra meter ahí). El dueño de este invento se llama Flann Randall, también de Estados Unidos.
- Patente de Matrícula identificativa para el sexo del conductor, 2000. Es un rumor globalizado ese de que las mujeres conducen peor que los hombres. Pues bien, al británico Duncan Morris se le ocurrió que podría disminuir los accidentes de tránsito si lograse que todos los conductores supieran el sexo de los demás. Inventó una matrícula para carros reversible, que cambia de color según si la persona que conduce es hombre o mujer. Y la patentó.
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Patente de Dispositivo contra las enfermedades de transmisión sexual, 1990. En los albores del SIDA, a un francés se le ocurrió que con un condón no basta: patentó un traje especial de plástico flexible “preferiblemente” transparente para que quien se lo ponga pueda tener sexo seguro.