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Los diferentes sectores de la industria musical —artistas, sellos, agentes y discográficas— rara vez se ponen de acuerdo en algo. Pero hay una cosa en la que existe consenso: Los servicios de streaming son el futuro.

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Apple Music, Spotify y sus rivales permiten a los usuarios escuchar todo tipo de música, desde Kanye West hasta Mozart, con solo hacer un clic, y todo en forma gratuita, si aceptan pausas comerciales, o por un abono mensual de unos $10.

Por eso, la noticia publicada el jueves por el Wall Street Journal de que Apple había iniciado las negociaciones preliminares para comprar Tidal, el servicio de streaming exclusivo fundado por el rapero Jay Z valorado en $56 millones, estremecerá a toda la industria.

Tidal es el único servicio de música en streaming que cuenta con el catálogo completo del recientemente fallecido Prince, quien se había mostrado receloso con los demás servicios de este tipo, pero que mantenía una estrecha relación con Jay Z. El servicio de música del rapero, cuyo capital fue repartido entre 19 artistas y grupos conocidos, cuenta con un catálogo de 40 millones de canciones y recientemente ha conseguido incrementar su número de suscriptores de pago hasta los 4,2 millones gracias a una serie de lanzamientos en exclusiva de artistas como Rihanna o Beyoncé, esposa de Jay Z.

De concretarse, la transacción le permitiría a Apple sacarle más jugo a su servicio de streaming de un año de antigüedad. Consolidaría su lugar como el segundo agente más grande después de Spotify y ayudaría a aumentar los ingresos obtenidos con abonos, justo cuando se están desacelerando las ventas de hardware.

Más importante para los sellos es que probablemente eso ocasione la consolidación que se espera hace tiempo en los servicios de streaming de menor tamaño, que han tenido problemas para hacer funcionar la parte económica del negocio, lo que dejará a Spotify y Apple como las fuerzas dominantes.

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Semejante reorganización perjudicaría a empresas como Universal Music Group, de Vivendi, Sony y Warner Music, al reducir el número de clientes a los cuales pueden licenciar sus contenidos. Esas compañías necesitan que el streaming crezca a medida que disminuye la demanda de descargas de canciones. Además, dos clientes dominantes tendrán más poder de negociación frente a los sellos.

Es fácil burlarse de Tidal: empezó cobrando $19,99 (más del doble que las rivales) antes de presentar un servicio más barato, a $9,99. Ya ha dejado en el camino a tres máximos responsables desde su ostentosa ceremonia de lanzamiento hace 15 meses. Pero demostró el valor de los grandes contenidos exclusivos y además ofrece audio de alta fidelidad para los puristas.

De todas formas, que la adquiera Apple no se debería interpretar como una señal de que a Tidal o a rivales como la alemana Soundcloud y la francesa Deezer les vaya mal.

Las tarifas por licenciamiento que las empresas de streaming deben pagar son elevadas y no se está pasando suficiente gente de los servicios gratuitos a los pagos. Spotify paga cerca del 70 % de sus ingresos en tarifas de licenciamiento a los sellos y Deezer realizó una oferta pública inicial el año pasado, justamente porque esas tarifas asustaron a los inversores.

Apple no va a ser el comprador de último recurso para los demás competidores. Facebook y Twitter (que recientemente invirtió $70 millones en Soundcloud) podrían salvar a algunos de ellos, pero otros corren peligro de quedar abandonados y marchitarse.

Los sellos discográficos tienen otro motivo para desconfiar de las ambiciones de Apple. Últimamente, el gigante de la tecnología viene comportándose como una empresa de contenidos y penetrando en el territorio de los sellos. Recientemente, estrellas como Drake y The Weeknd lanzaron videoclips financiados por Apple y la empresa pagó la película sobre la gira de Taylor Swift. Tradicionalmente, esos proyectos habrían sido dirigidos por las marcas, pero estas ya no pueden permitirse filmar videos caros para las estrellas más grandes.

Y Apple no solo está apostando a las estrellas consolidadas. Hace poco le presentó al público un artista poco conocido llamado Chance the Rapper, que aprovechó la ola de publicidad por streaming para llegar a los listados de Billboard en Estados Unidos sin siquiera lanzar un disco.

Aunque la empresa nunca lo admitiría, la actividad frenética de Apple en esta área podría transformarla en el gran sello discográfico de la era moderna.

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