Ni el dinero da la felicidad ni los incentivos financieros mejoran el rendimiento de las personas en el trabajo ni aumentan su compromiso. Pero en ambos casos, ayuda. Los trabajadores muestran su verdadera dedicación cuando se sienten dueños de lo que hacen.
El dinero no compra el amor.
Antes de nada, aclarar que es ingenuo pensar que los miembros de un equipo están invirtiendo su tiempo y energía sin la expectativa de recibir algo a cambio. Pero hay que valorar el tipo de inversión que están haciendo y el tipo de retorno que esperan. El dinero puede distraer y estimular a la gente a pensar sobre lo que van a recibir a cambio en lugar de cómo van a contribuir y qué van a aportar a la empresa.
Invertir en el bienestar.
En realidad preocuparse por los empleados -no solo a través de una compensación monetaria- crea un círculo virtuoso donde se sienten más integrados en la empresa. Esto es invertir en el liderazgo. Los grandes líderes crean un ambiente de compromiso donde la mejora de las personas es la norma y esto se refleja de nuevo en la moral y la energía. Hay un montón de otras maneras de invertir en el bienestar, como facilitar estudios universitarios a los hijos de los empleados o fomentar cursos de formación sobre áreas que puedan beneficiarles tanto a ellos como a la empresa. Estos beneficios para los empleados, a la larga, acaban siendo beneficios para la empresa.
Que tu empresa sea un libro abierto.
Si eres el dueño de una empresa, extiende tu sentimiento de pertenencia y de hacer mejor las cosas y haz que los empleados formen parte de cada éxito. Informa de la situación financiera de la empresa, de todas las cifras que hay detrás de ella, de los proyectos de futuro… No tengas secretos con tus empleados.